Arcoiris

Mundo triste y enfermo

Me senté y dejé de hacer, entonces lo ví.

Vi a gente pasear como lo hacia yo, unos corrian de un lado para otro, otros esperaban algo o a alguien, había quien lloraba sin motivo y quien aguantaba al pie del cañón la tempestad, había gente con la risa floja y gente con ilusión en la mirada... pero a tí no te ví.

Había personas esperando a que el semaforo se pusiese verde, habia temerarios corriendo a 140 Km/h sin cinturón, habia románticos soñadores que luchaban contra el jardinero por arrancar una flor y habia gente trajeada de corbata negra y pelo engominado que se dirigian a casas de citas.

Miré frente a mi y ví una moneda en el suelo, cascaras de pipas que un chico tiraba sin contemplación, folletos fascinantes pisoteados y mutilados, vi un charco en el chapoteaba un pajaro y mil colillas que bailaban aquí y allá al son del viento...

Respiré hondo y tarareé esa canción de Sabina.

Me levanté y escuché como una gota caia en el agua estancada de una fuente, en el cielo las nubes negras luchaban contra la claridad del sol y en un momento comenzó la tempestad.

Abrí mi paraguas (por unos segundos perdí mi, hasta el momento, objetiva manera de percepción de lo que me rodeaba) y en cuestión de segundos (al volver a mirar a mi alrededor) no quedaba casi nada de lo descrito.

Los automóviles hacian saltar el vacio de los charcos creados en los baches de las calles dando lugar a increibles cortinas de agua, las personas desaparecieron y los pajaros volaban bajo en busca de cobijo, el suelo se convirtió en un barrizal
y en ese momento descubrí la belleza del caos
y me alegré de no estar, desde que empezó a llover, en este mundo triste y enfermo.